Desde la antigüedad el agua se ha asociado a ceremonias espirituales como un elemento de purificación de energía, puesto que el hecho de sumergirse en ella se ha asociado a la purificación no solo del cuerpo sino también de las energías negativas, el espíritu y el alma, devolviendo al cuerpo la pureza, la armonía y el equilibrio.
En tiempos remotos (aparte de lo expuesto antes) se creía que poseía poderes curativos, de fortuna de bienestar, incluso mágicos, se solía poner el agua en recipientes para que se llenara de la energía de los rayos del Sol o de la Luna, en función de lo que consideraran más conveniente para sus propósitos. Posteriormente fueron pidiendo los servicios de los chamanes o brujos (eran personas entendidas en las propiedades de las hierbas) para que ellos se encargaran de la elaboración del agua combinada con hierbas.
El Mar era considerado de purificación (hoy en día aun es así), el del rocío atraía la fortuna incluso el matrimonio, el del Sol el bienestar en la casa, el cultivo, el ganado, el de la Luna dependía en qué fase estuviera, la de los manantiales curativas, etc.
Nos puede parecer que esta costumbre hoy en día este en desuso, no es cierto nada más lejos de la realidad, pues son miles por no decir millones de personas que van a bañarse en aguas que se consideran milagrosas para curar una enfermedad o porque su fé así se lo dicta o a balnearios para tomar esas aguas termales que relajan y llenan de energía, por no hablar de los beneficios del agua de mar que por todos son conocidos.
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