Desde la antigüedad el fuego se ha asociado a ceremonias paganas o espirituales como un elemento de purificación de energía, puesto que el hecho de quemar lo innecesario o antiguo, era y sigue siendo, una costumbre muy arraigada en el ser humano, para desechar las energías negativas y dar comienzo a las positivas.
Las llamas del fuego, bien sean de una vela, de una chimenea o de una hoguera siempre han provocado en el ser humano un aura de misterio, su resplandor, el cimbrear de las llamas, las sombras que provocan las mismas ha creado en nuestra mente una imagen “mágica”.
Se tenía la creencia que el fuego potenciaba la buena fortuna, curaba las enfermedades, etc., tanto es así, que durante siglos la gente saltaba el fuego, para encontrar pareja, afianzar las relaciones, aumentar la fertilidad, también era utilizado en ritos dentro de las casas para purificarlas y atraer la buena fortuna, así como sanador para los enfermos, muchas de estas costumbres han llegado a nuestros días, aunque no sepamos el significado de ellos, como por ejemplo en la noche de San Juan.